domingo, 14 de octubre de 2007

Mercedes Morán: "Tinelli es mejor que un ansiolítico"

“Tinelli es mejor que un ansiolítico”
Cree que una de las funciones de la tevé es descerebrar y la ve para dormirse; mientras, comienza a filmar La ronda. Con su pareja, Fidel Sclavo, se divide entre las dos orillas y dice que volvería a trabajar con su ex Oscar Martínez.

Por Ana Seoane

VEJEZ. La actriz sostiene que le teme más al patetismo de las cirugías y a perder expresividad que al paso de los años, aun sabiendo que es batalla perdida.

En televisión fue Roxy en Gasoleros, en cine protagonizó las películas de Lucrecia Martel (La ciénaga y La niña santa), pero es fundamentalmente una actriz de teatro. Desde El último de los amantes ardientes hasta Locos de contento, fueron varios los éxitos que obtuvo junto a Oscar Martínez, su ex pareja. Delgada, casi frágil, pero con una decisión en sus opiniones que no concuerda con su imagen pública. Hoy comparte su vida cotidiana con el artista plástico uruguayo Fidel Sclavo, mientras su hija más pequeña, Manuela Martínez, termina el primario. En pocos días iniciará el rodaje de una nueva película. “Es la ópera prima de Inés Braun –dice–, quien fue asistente de dirección de Ariel Winograd en su film Cara de queso. El guión, por ahora, se llama La ronda y tiene una virtud fundamental para mí: no es pretencioso.”

—¿Qué puede anticipar de la película?

—El guión busca iluminar cómo nos afecta el encontrarnos, mostrarnos permeables, vulnerables, y cuánto necesitamos de la compañía. Los personajes se van relacionando de una manera particular, por lo cual al final el último se encuentra con el primero. Su estructura es semejante al texto de Arthur Schnitzler. Estaré con Leonardo Sbaraglia y Rafael Spregelburd. También participará Leonora Balcarce, que hizo de mi hija en Cordero de Dios, de Lucía Cedrón. En total, somos cuatro protagonistas para sostener esta comedia. Mi personaje es una mujer muy misteriosa, con una gran soledad, pero con apariencia muy sociable.

—¿Le tocó rodar algún film en San Luis, su lugar de nacimiento?

—Ninguno, ni el de Cedrón ni el de Braun, tuvo subsidios del gobierno de San Luis. Es cierto, nací en un pequeño pueblo, Concarán, del departamento de Chacabuco, aunque mi madre buscó un hospital en Córdoba para tenerme. Vivimos en San Luis hasta mis seis años y luego pasé a estar medio pupila en un colegio de monjas en Lomas de Zamora. Pasé del campo a la gran ciudad. Igual reconozco el coraje de mi madre para traernos aquí. Aunque en un principio fue bastante traumático el cambio.

—Su actual pareja (Fidel Sclavo) es uruguaya. ¿Eligieron Buenos Aires para vivir juntos?

—Estamos juntos, aunque a mí me encanta Montevideo. El trabaja mucho afuera, tanto en Barcelona como en Nueva York. Uruguay es mágico, en cuanto llego, bajo varios cambios. Hay un gran amor por el arte, prefieren un libro antes que unas zapatillas. Siento que ellos mantienen un vínculo con lo artístico que nosotros estamos perdiendo. En Buenos Aires ya no están las librerías de Corrientes abiertas toda la noche, ahora es tiempo de Palermo Soho o Puerto Madero.

—¿Y su trabajo?

—Decidí no hacer televisión abierta este año y tampoco el teatro que venía haciendo. Me estoy juntando con la directora Helena Tritek y estamos investigando otros textos, junto a mi hija Mercedes (Scápola Morán). Hoy tengo como cierta fobia y no quiero compromisos muy largos. En febrero de 2008 filmaré un guión de Alejandro Massi, junto a Julio Chávez.

—¿Cómo vivió la no continuidad de “Amas de casas desesperadas”?

—Es difícil de entender para alguien que no es del ambiente. El programa fue un gran piloto, una prueba de Pol-ka para demostrarle a Disney su capacidad de producir, exportar y hacer un producto de gran calidad. Creo que ésos eran los objetivos. Hasta tal punto lo logró, que a partir de ese momento se transformó en su socio líder en América latina y no necesitó de una segunda temporada. Ya grabaron allí capítulos para sus televisiones otros países de América latina. Estoy feliz por haber acompañado a Adrián (Suar) en esta experiencia. Fueron meses intensos y maravillosos. Siento que el lenguaje se alejaba del costumbrismo y por eso se lo veía como no creíble o “muy americano”.

—¿Mira televisión?

—Sí. Me gusta descerebrarme, creo que es una de sus funciones. La uso para dormirme. Para mí, “Cantando...”, “Bailando...” o “Patinando…” son casi mejor que un ansiolítico. Imagino que esto no cierra con mi imagen intelectual. Pero siento que hay contenidos más perversos en los noticieros que en la secuencia del caño, donde se enfoca la cola de una chica, que va para mostrarla.

—¿Aceptaría volver a trabajar junto a Oscar Martínez?

—No me lo propusieron, pero no tendría ningún problema en compartir un escenario con él, lo admiro mucho como artista.

—¿Qué balance puede hacer de su carrera?

—Me cuesta pensar mi trabajo en términos de carrera… estoy muy satisfecha y agradecida. Mi primer trabajo fue en el teatro Payró, después hice televisión y más tarde llegó el cine. En cada uno de estos ámbitos logré tener mucha libertad y encontrar un camino para expresarme. Trabajé siempre con directores interesantes. La televisión me dio popularidad y me permitió hacer distintos personajes. Tuve mucha suerte.

—¿Cómo maneja el tema de la edad?

—Aquí y en cualquier parte del mundo el paso del tiempo es una prueba a la que indefectiblemente nos tenemos que someter, y que cada una encara como puede, inaugurando nuevos ciclos y despidiéndose de otros. En nuestra profesión, estamos más expuestas y hay una industria que siempre pide que luzcamos jóvenes y apetecibles. Nada de esto colabora con que una se pueda relajar, pero no hay nada para hacer. Es una lucha estéril. Hay días en que estoy muy “zen”, optimista, y me puedo conectar con la sabiduría y la experiencia. Pero en general detesto el paso del tiempo, grito cuando me veo una nueva arruga y me debato con eso. Entre elegir una cara operada y una vieja, opto por esta última, porque me parece menos patético. Le temo más al patetismo que a la vejez. Me da más miedo perder la expresividad que verme vieja. Los años no se pueden tapar. Intento la elegancia, creo que la desesperación es menos sexy que la madurez. No es una batalla ganada. Cada día que nos ponen una cámara cerca, sufrimos, es lo que elegimos, no me quejo y existe la tentación de arreglarse.


ENAMORARSE CON ARTE
Tiene tres hijas, dos mujeres adultas y la más pequeña que entra en la adolescencia. Siente un profundo orgullo por cada una de ellas y esto se refleja en la Mercedes Morán más íntima.

—¿Qué nota se pondría como madre?

—Siento que fui madre a muy diferentes edades, la primera vez tenía 19 años y la última casi cuarenta. Ahora estoy más tranquila, creo que soy menos ansiosa, pero paradójicamente ahora tengo más miedos y tal vez sea más sobreprotectora que antes. Tengo dos hijas grandes (María, psicóloga, y Mercedes, actriz), donde creo que se puede evaluar el resultado de una crianza. Son divinas, buena gente, talentosas, pero es mérito de ellas. Manuela tiene doce años y está ingresando en la adolescencia, donde toma distancia con sus padres. Dejamos de ser dioses y nos ven los defectos.

—¿Buscó que fueran personas felices?

—Sí, y creo que no depende de la suerte, ni de las circunstancias, sino de una capacidad personal. Una está cansada de ver gente que tiene mucho (belleza, juventud, dinero, poder, fama) y que es muy infeliz. Lo más importante es la capacidad para disfrutar, y eso se puede trabajar, ya que depende de una. Busqué que mis hijas se adapten a las diferentes circunstancias. Una hace planes, pero la vida se encarga todo el tiempo de deshacértelos.

—¿Sus separaciones les marcaron la vida a sus hijas?

—No, porque lo peor para un hijo es ver a sus padres desdichados… eso es lo difícil de remontar. Ver a una madre contenta te ayuda a resolver cualquier obstáculo. Lo único que no tiene solución es la muerte.

—Su segunda pareja fue un director (Carlos Rivas), luego Oscar Martínez y ahora el pintor uruguayo Fidel Sclavo. ¿Es imprescindible el arte en su vida?

—En mis horóscopos (Virgo y Cabra) aparece el arte. No me lo propongo intelectualmente, pero aparece. Soy muy espiritual, tengo un concepto muy claro de lo que es la belleza. Me encanta una buena música, un cuadro, un libro; me producen alegría. Para mí Uruguay es mágico, bajo varios cambios cuando lo piso. Hay un gran amor por el arte, prefieren un libro antes que unas zapatillas. Siento que mantienen un vínculo con el arte que nosotros estamos perdiendo. Ya no están las librerías de Corrientes abiertas toda la noche, es tiempo de Palermo Soho o Puerto Madero.

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