sábado, 5 de mayo de 2007

"La actriz mimada del cine argentino"

La exitosa intérprete Mercedes Morán habla de sus películas, de los festivales, de los directores que la condujeron y de su deseo de seguir filmando
Mercedes Morán se está convirtiendo en el fetiche de los realizadores argentinos. En 2004 se estrenaron dos películas que la tienen como protagonista -La niña santa y Luna de Avellaneda- , y una tercera, Diarios de motocicleta, en la cual su personaje padeció amputaciones en la compaginación.
Y aunque también está ensayando una obra de teatro, su objetivo está claramente definido hacia el cine.
“Hace dos años tomé la decisión de quedar disponible para el cine –confirma-, tenía ganas de vivir una experiencia más profunda en ese campo, para lo cual tenía que dedicarle más tiempo. Estoy concretando esa ilusión, interpretando roles en películas muy diversas y siento que a través de las últimas he aprendido algo más con respecto al género. Tuve directores muy diferentes entre sí que me permitieron adentrarme en producciones de distintas características y con variados grados de responsabilidad”.

-¿Cuáles fueron sus primeras películas?
-Mi debut en el cine fue hace bastante, con Mirta de Liniers a Estambul, de Jorge Coscia, luego hice Nunca estuve en Viena, de Larreta, y también una con Carlos Saura.

-¿Alguna para arrepentirse?
-No para nada, en todas aprendí algo. Sí siento que La ciénaga marca una diferencia, una bisagra. Despertó el deseo fuerte de hacer cine de una manera más determinada, con personajes más fuertes y en películas que me generen mayor compromiso. Por eso empecé a postergar proyectos teatrales y a rechazar propuestas televisivas.

-Hay una película sin estrenar.
-Sí, se llama Próxima salida, una buena experiencia en la ópera prima de Nicolás Tuozzo. Un cineasta muy joven pero arriesgado y capacitado, que tocó una temática muy importante y con un gran elenco: Darío Grandinetti, Ulises Dumont y Pablo Rago, entre otros. Es bueno el fenómeno que se da con los directores nuevos, porque se sienten muy agradecidos cuando uno los apoya, pero yo siento también la gratitud de que piensen en mí. También participé en Diarios de motocicleta, aunque, además de que mi papel era muy corto, quedó casi reducido a la nada porque de tres escenas creo que quedaron dos. Pero bueno, lo importante es mi experiencia con un director como Walter Salles y con una gran coproducción, eso ningún editor lo puede cortar.

-¿Qué le quedó de su experiencia en Cannes?
-Ya tenía otras experiencias previas importantes, en Berlín y San Sebastián con La ciénaga; además fui jurado en el Festival de Mar del Plata. Creo que uno vive más intensamente un festival cuando no está en competencia porque la posibilidad de intercambiar y relacionarse con pares es mayor. De todas maneras, Cannes cubrió todas las expectativas del glamour y las fantasías que trae aparejado el cine. Es una parte divertida de la profesión.

-¿Cómo fue la experiencia con Lucrecia Martel?
-Es maravilloso trabajar con Lucrecia. Tenemos una gran empatía, nos resulta fácil lo difícil; ha sido muy gratificante nuestro encuentro artístico. Y los personajes por suerte tienen características muy diferentes, que me permitieron sutilezas de actuación enriquecedoras. Otra cosa que este año me ha resultado muy placentera es que tanto ella como Juan José Campanella escribieron los guiones pensando en mí. Eso es lo mejor que te puede pasar como actriz.

-¿Qué siente ante el éxito de Luna de Avellaneda?
-Es una película con una llegada brutal con la gente y eso me encanta. Me está pasando algo que sólo me había sucedido con la televisión, y es que el público te dé la devolución en la calle, cotidianamente. Creo que la temática de la película tiene un gran alcance popular, que ha tocado la sensibilidad de la gente.

-¿Cómo ve al cine argentino?
-Lo que pasa afuera con nuestro cine es realmente importante, la expectativa que se ha creado en el exterior es significativa con respecto a otras épocas. Y en esto tiene mucho que ver el soporte político de un gobierno que ha tomado una clara conciencia de que el cine es una parte esencial de la cultura de un país. Estamos en una zona del mundo donde la competencia con el cine americano es dura y desigual, pero este apoyo explícito que se está recibiendo desde las altas esferas tiene mucho que ver con la gestión que se está llevando a cabo en el Instituto Nacional de Cine y también con la permanente aparición de nuevos cineastas de gran talento. Esto último genera mucha esperanza, especialmente a nosotros, los actores.

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